Miré sobre los estantes: títeres de mesa, bocones, algún guante... y entre ellos, un personaje de hacía años, a quien nunca había usado... lo miré, me miró... y dijimos- Sí, te toca-.
Así fue que Nicanor se metió dentro del cajon peruano, hizo tripa corazón, se le quebraron las varillas, pero allí fue.

Al volver de Chile fuimos hacia el norte, donde conoció mas gente él que yo.

De vuelta en Buenos Aires no tuvo paz. Fue de un lugar a otro contando sus historias, tanto había sido el camino recorrido, que tenía con que entretener... al menos eso era lo que Nicanor pensaba... hasta que llegaron títeres nuevos...

pero esa, esa es otra historia, que será contada en otro momento.







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